jueves, 21 de enero de 2010

El padre tan importante y necesario como la madre

contacto físico constituye uno de los primeros vínculos que establece el niño con el mundo. De ahí que sea la madre, o quien hace sus veces, el ser más importante, si no el único, para esa personita.

Pero esta estrecha relación madre-hijo no es más que el resultado de nuestra cultura. Si fuera el padre el encargado de amamantar y cuidar del bebé, seguramente ocuparía este primer lugar y la madre sería un personaje secundario.

Así lo considera el Dr. Eduardo Villar, médico especializado en terapia familiar y miembro del Board Editorial Human Systems London y de la IFTA (Asociación Internacional de Terapeutas de Familia), quien advierte que "toda la parte emocional y psicológica de una persona se construye según la cultura en la que vivimos", y en la nuestra es la mujer la encargada de atender al recién nacido.

Por eso, según el momento de la vida, la relación con el padre puede primar sobre el vínculo con la madre, o viceversa. Si bien el primer enlace se establece con quien ejerce la crianza, en la medida en que el niño crece, va estableciendo otros lazos al socializarse y entrar en contacto con otras personas por fuera de su círculo familiar. Es en la adolescencia, cuando el joven empieza a replantear sus vínculos y sus intereses, cuando la figura masculina (preferiblemente el padre) toma fuerza, pues sirve de identificación, orientación y apoyo. Resulta entonces de suma importancia contar con las dos figuras, la de la madre y la del padre.

Aunque no se puede generalizar ni establecer edades fijas para determinar si es la figura de uno u otro la que prima, el terapeuta familiar Villar resalta que la cultura, representada en el núcleo familiar, así como los roles y las reglas que se fijan en ella, son los factores que inciden para que un padre esté más cerca.

El afecto, vínculo fundamental

Lo cierto es que es la parte afectiva la que determina la relación del niño con sus padres y, en general, con su entorno. Definitivamente ello hace parte de la cultura, en la que tanto la conducta como el lenguaje (verbal y no verbal) establecen niveles de cercanía y dependencia.

En cuanto a la conducta, el papel del hombre está mucho más marcado y el machismo es evidente, a tal punto que algunas conductas se consideran exclusivamente femeninas. Por ello, es más frecuente ver que una mujer asume su papel de madre y cumple con algunas de las competencias del padre, y no ver a un hombre ejerciendo como madre.

Así las cosas, la conducta misma de cada género hace que en nuestro medio sea mucho más fuerte el vínculo madre-hijo(a).

Respecto al lenguaje, a la comunicación que se establece con el pequeño, también la cultura, nos acerca más a la madre que al padre. En especial, cuando se trata del lenguaje no verbal. En efecto, la parte afectiva es expresada con mayor libertad y facilidad por la mujer; las caricias que proporciona al bebé la hacen indispensable.

"El hombre deja de acariciar más prontamente", advierte Villar, por lo cual también este aspecto hace que el vínculo madre-hijo sea más fuerte que el de padre-hijo. Ello, sin embargo, no hace menos profunda y necesaria la presencia del padre, de la figura masculina

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