viernes, 13 de agosto de 2010

NIÑOS INQUIETOS

El déficit atencional es la incapacidad para mantener la atención, concentrarse o mantenerse tranquilo, esto es producido por un desorden neurobiológico, producido por una alteración en la producción de neurotransmisores inhibidores. Se cree que hay un componente hereditario, ya que la mayoría de los pacientes con déficit tiene un pariente que lo padece. Los niños no ponen atención dificultándoles terriblemente el proceso de aprendizaje, no pueden atender más de un estímulo a la vez. Los niños que presentan déficit atencional se agrupan con chicos que también presenten el mismo trastorno; con ellos se sienten cómodos y aceptados, porque generalmente no es así, ya que no cumplen con el perfil de conducta tradicional.

Los niños que presentan déficit atencional no se desenvuelven igual en todas las tareas que se les asignan, en algunas se desarrollan con facilidad y responsabilidad, mientras que en otras no parecen tener el más mínimo interés de realizarlas. Esto puede considerarse normal en todos los niños, sólo que a los que lo padecen se les va a notar la indisposición siempre. La mayoría de las veces son niños que pueden resultar fastidiosos, molestos o incómodos a las personas que los rodean; es por esto, que el lugar perfecto para detectar si un niño sufre déficit atencional es en su centro de estudio.

Los individuos que padecen déficit atencional generalmente presentan las siguientes señales, aunque no necesariamente deben tenerlas todas:

* Dificultad para organizar la información
* Les gusta tomar riesgos que otros niños de su edad son conscientes que no deben hacerlos.
* Son hiperactivos e impulsivos
* Les cuesta muchos seguir instrucciones.
* No prestan atención cuando se les habla.
* Tienen la autoestima o muy baja o demasiado alta
* Interrumpen constantemente cuando se les habla.


Los padres de los niños que presentan este trastorno tienen que apoyarlos, no sentirse culpables o inútiles si el niño no responde de la manera esperada. Estos niños necesitan tener una rutina y un horario, tienen que sentirse disciplinados pero no presionados; se les debe felicitar cuando logren algo positivo, y aunque sea normal, no verlo así, sino como un logro. No hay que sobornarlos, pero si es bueno que cuando hagan algo bien recompensarlos. Hay que procurar ofrecerles un ambiente cálido, tranquilo y donde se sienta queridos y comprendidos.

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